Con la aparición de la cirugía endovascular, el tratamiento de los aneurismas de aorta abdominal infrarenal mediante exclusión endovascular (EVAR) se ha convertido en una técnica rutinaria debido a su seguridad y baja morbimortalidad.
De hecho en la actualidad muchos cirujanos vasculares la consideran la técnica de elección para tratar la patología aneurismática por encima de la cirugía abierta convencional1. A pesar de las ventajas que el EVAR ofrece a corto plazo, su talón de Aquiles es la alta tasa de reintervención que presenta 2-4 que se debe hasta en el 50% de los casos a la persistencia de flujo arterial en el saco aneurismático excluido, lo que se denomina “endoleak”4.
White definió 5 tipos de endoleaks o endofugas
Los endoleaks tipo 1 se deben a fugas en de la zona de anclaje proximal (tipo Ia) o distal (tipo Ib).
Los endoleaks tipo II (ELT2) son producidos por el flujo retrógrado de las ramas de la aorta hacia el saco aneurismático.
En los endoleaks tipo III existe discontinuidad entre diferentes partes de la endoprótesis o rotura de la misma. Los endoleaks tipo IV están circunscritos en el tiempo a los 30 primeros días tras el despliegue de la endoprótesis y se deben a la porosidad del material protésico.
Por último, los endoleaks tipo V o endotensión, corresponden al aumento de diámetro del saco aneurismático en ausencia de fuga de contraste en el angioTAC.
Diferentes estudios confirman que la presencia de endoleaks tipo I y/o III se asocia a un riesgo significativo de ruptura y recomiendan su tratamiento sistemático y urgente7-10, sin
embargo el manejo de los pacientes con ELT2 no está definido. Los ELT2 tienen un curso benigno y aproximadamente el 90% se resuelven en el año posterior a la intervención quirúrgica 2, por ello el tratamiento clásico consiste en monitorización en ausencia crecimiento del saco y reintervención si existe crecimiento del mismo o persistencia de la fuga durante más de 6 meses.
Nuevos datos apuntan a un curso no tan benigno de los ELT2: la presurización del saco se asocia a crecimiento aneurismático, reintervención, conversión a cirugía abierta e incluso rotura aneurimática 16-18.
En definitiva, los endoleaks tipo II se asocian a peores resultados por lo que en la actualidad se plantean posibles beneficios de una postura más agresiva.
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