Editorial Revista Iberoamericana de la Cirugía Vascular Volumen 6 y Numero 4
Habiendo existido casi siempre; se sigue produciendo un extraño fenómeno en base a la apreciación irracional, que gozan determinados profesionales ante la sociedad y en el campo de la cirugía este fenómeno todavía es más frecuente.
Determinados cirujanos, de forma consciente o inconsciente se crean pseudo−prestigios en base al mito que envuelve a la actividad del cirujano. Muchos de estos profesionales, hacen creer que son técnicos quirúrgicos excepcionales y por lo tanto magníficos cirujanos en base a actuaciones peculiares y en ocasiones de lo más pintoresco, casi siempre totalmente ajenas a su situación real.
La estrategia en ocasiones se origina en una autodefensa por la falta de conocimientos o recursos de capacitación profesional. Conocemos casos como algunos se hicieron llamar “manitas de plata”, desarrollando el pseudomito con la colaboración siempre de un entorno totalmente engañado por la autoestima del cirujano.
También conocemos caso que soportaron su prestigio en la amabilidad extrema utilizando la simpatia, el alago al enfermo u enferma utilizando frases como “su… es casi perfecto, pero yo lo voy a mejorar“, en una palabra diciéndole al o la paciente lo que desea oír.
A veces este desarrollo de mito lo ejecuta con un trato suave sobre todo en la exploración del enfermo y desarrollando un ritual casi mágico en base a una liturgia que seduce tremenda− mente al paciente.
En ocasiones el grado de entrega sobre la actuación en el paciente llega a extremos incomprensibles, como el caso del final luctuoso del enfermo, los familiares les asumen en tal grado que tienen el convencimiento que el cirujano ha hecho lo imposible.
Los términos de “a vida o a muerte” se utilizan por muchos cirujanos de forma habitual y el paciente y el entorno lo asumen de forma irracional. En el extremo de lo incoherente, he tenido la ocasión de presenciar como una familia consolaba al cirujano que lloraba amargamente cuando les notificaba el fallecimiento del paciente que había operado.
En todo este asunto de las famas y los prestigios, muchos cirujanos cuentan con la colaboración de dos colectivos, el de enfermería y el de anestesia, que aunque en la mayoría de las ocasiones sus integrantes son capaces de discernir entre el buen profesional y el charlatán, en otras ocasiones algunos, por algún extraño mimetismo, son incapaces de hacerlo.
El cirujano sobrio, capacitado, competente, que realiza su trabajo y ejerce su profesión como un oficio en base a conocimiento cientificos y adquisición de habilidades, desgraciadamente en muchos casos no suele estar bien considerado si a su labor no la da las pinceladas de cierto perfil teatral.
Se siguen manteniendo los tópicos por parte de algunos, que se reflejan al cirujano en frases grandilocuentes, aunque también se aplica al médico comparándole como un “sacerdote”, o aplicándole lo de “ojo de águila, corazón de león y manos de mujer”, “lo esculpió como un cirujano”, “actuó como un cirujano”, “es un artista”, evidentemente frases acuñadas por aquellos que desconocen lo que es el ejercicio de la cirugía.
Por ultimo diferenciar las palabras que componen el titulo de este editorial. Prestigio es el aprecio que se tiene por parte de un colectivo en base al conocimiento, soporte cientifico y técnico de una persona. Fama es una apreciación en base a que se le conoce, y en este caso en mucha ocasiones no por un perfil positivo. Hay muchos famosos sin ningún prestigio y personas de prestigio que no son famosos.
Prof. Carlos Vaquero
Director y Redactor Jefe de la Revista Iberoamericana de Cirugía Vascular. Catedrático de Angiología y Cirugía Vascular
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