El éxito del EVAR radica en la exclusión completa del saco aneurismático y para ello es necesaria una adecuada zona de anclaje y sellado tanto en la zona proximal como en la zona distal. Las endofugas son ampliamente conocidas como el “talón de Aquiles” del EVAR, con tasas de re-intervenciones entre el 10% – 18% según algunas series 1. Entre ellas, las fugas tipo I se encuentran entre las de mayor importancia.
Se clasifican en dos tipos. Las fugas tipo Ia se describen como aquellas que provienen de la zona proximal (cuello) y que generan gran presurización del saco, con una incidencia que puede llegar hasta el 10% y las tipo Ib que son dependientes de la zona de sellado distal. Este tipo de fuga está relacionada a factores morfológicos del cuello aórtico descritos como “cuello hostil” se asocia a un incremento del riesgo de ruptura del aneurisma y por tanto, a una elevada mortalidad relacionada al mismo. Por ello, una vez hecho el diagnóstico, se recomienda la re-intervención temprana.
La literatura describe múltiples técnicas para el tratamiento de fuga Ia en EVAR. Técnicas endovasculares son inicialmente planteadas, logrando en la mayoría de casos solucionar la fuga. En casos de fuga persistente es necesaria la conversión a cirugía abierta para tratamiento definitivo.
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